Recuerdo que desde pequeña, pasaba las tardes de verano en la
playa, no sé si puede considerarse espacio, pero para mi, la
orilla era sin duda mi lugar favorito, donde pasar el tiempo sola,
con mi hermana o con amigos espontáneos.
Me gustaba jugar en esa franja donde el mar se acerca y se aleja
constantemente, donde la arena se moja y se inunda.
Chapotear con mis pies y manos en el agua fría, sentarme a esperar
a que el agua llegase para mojarme, y restregarme la arena por el
cuerpo, descubrir algún bichillo, concha o piedra que asomaba de
vez en cuando, todo eso ocurría y podía hacerlo en el mismo sitio,
un lugar lleno de vida y belleza.
También recuerdo ese olor y aire fresco, el sabor salado, y los
rayos de sol suaves que me daban el abrigo suficiente para no
tener frío.
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